miércoles, 27 de enero de 2010

Milagro

Y allí me encontraba yo. Había bebido Red Label durante toda la noche. Solo era un borracho más en un garito de mierda, de esos en los que ponen música de mierda para gente de mierda, consumen drogas de mierda y hablan sobre cosas de las que no saben una mierda. Entonces me percaté: -¡MIERDA! Evidentemente yo también formaba parte de toda esa gran montaña de mierda.
Pero algo cambió, de pronto divisé en medio de todo aquel excremento que nos rodeaba algo maravilloso. Como una preciosa florcilla de fragancias exóticas y estimulantes que brotaba en mitad de un apestoso hedor a coño de bruja. Sentada frente a mí, se encontraba la maldita chica por la que todos compiten, la chica que todos quieren, que todos miran, que todos desean, que todos anhelan y que solo unos pocos imbéciles pueden tener. Por supuesto, yo no iba a ser menos que todos ellos y quise competir, así que empecé a mirar, empecé a querer, empecé a desear, empecé a anhelar y quise ser el imbecil más grande, el Gran Imbécil que se lleva a la chica mientras los otros “soplapollas” se quedan a dos velas mirando. -Eso debe ser la hostia: pensaba yo mientras daba un trago a mi copa de Red Label con hielo.
Recuerdo ser consciente de estar muy bebido, aunque al parecer no lo bastante porque aun seguía bebiendo efusivamente. Estaba sentado frente a ella sin decir ni una palabra, sí hay algo que he aprendido es que a menudo resulta más acertado el silencio que cualquier comentario estúpido que te haga parecer gilipollas y, más en presencia de una chica capaz de dejarte el cerebro seco solo con mirarte. Dejo que los comentarios estúpidos salgan de la boca de otros mientras observo sus bonitas piernas enfundadas en medias oscuras y rematadas con unos tacones negros, vestidito corto con motivos florales, escote sutil; tanto que dejaba imaginar los pechos más perfectos de todo el puto universo, carita fina con expresión inteligente y a la vez juguetona, boquita pequeña con labios de gominola; posiblemente con sabor a fresa, pero nunca los probé. Pelo castaño; ondulado y suelto, el cual le daba un aire de chica estilosa, muy estilosa, “acojonantemente” estilosa. Y sus ojos… sus ojos no los recuerdo, creo que no me fijé en sus ojos, seguramente que no me fijé en sus ojos, quién cojones se fijaría en sus ojos con esas tetas, ese vestido y ese par de piernas. ¡vaya piernas! Imaginaba como sería meterme entre ellas para obrar el milagro, el milagro de yo entrando, el milagro de ella empujando, el milagro de sentir su calor y su respiración y su fuerza y llegar al orgasmo y electrocutarme. ¡Oh si! ese milagro, El Milagro.

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